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último apunte de diario Entrevista a Carlos Taibo sobre Espa�a, un gran pa�s. Transici�n, milagro y quiebra. Catarata, Madrid, 2012.
   
 
27/05/2012 | Pedro Maceiras | Globalización - |
www.carlostaibo.com (27 de mayo de 2012)
 
�De d�nde surgi� la idea de escribir este libro?
         No era un libro que tuviese en mente hace unos meses. El detonante de la idea fue el resultado de una encuesta que revelaba que a principios de este a�o s�lo un 28% de los espa�oles declaraba creer en la Uni�n Europea. Con certeza el porcentaje correspondiente hab�a sido de un 70 o de un 80% hace media docena de a�os. Me pareci� que ese dato, por s� solo, era una buena excusa para plantear una discusi�n cr�tica sobre muchos de los mitos que se nos han impuesto en las tres �ltimas d�cadas.

�A qu� mitos te refieres?
       Fundamentalmente a tres. El primero es el de una impoluta transici�n pol�tica que habr�a permitido acabar con una dictadura y en la que todos habr�an ganado. La transici�n la sacaron adelante, con la connivencia de los partidos de la izquierda oficial, los poderes f�cticos del momento. Sus huellas, en la forma de una genuina farsa democr�tica, son visibles hoy por todas partes.
       El segundo es el del milagro econ�mico que se habr�a registrado al calor de la incorporaci�n a la Uni�n Europea. Hoy sabemos cu�l ha sido su trastienda en la forma de dram�ticas desigualdades sociales, un vergonzante Estado del bienestar, una legislaci�n lax�sima en lo que hace a los para�sos fiscales y agresiones medioambientales irreversibles.
       El tercero, en fin, lo aporta el mito neoliberal, acatado por los dos grandes partidos, causante directo de las miserias que vinculamos con la crisis del euro, reiterado d�a tras d�a por nuestros gobernantes y motivo principal en estas horas para plantear un inexcusable y frontal rechazo del capitalismo.

Supongo que el t�tulo de la obra, lo de Espa�a, un gran pa�s, es una iron�a.
          Es una idea trivial que han repetido incansables todos los presidentes del Gobierno espa�ol. En un lugar en el que lo colectivo ha sido lapidado y estigmatizado, nuestros gobernantes parecen defender los valores correspondientes a efectos meramente ret�ricos. Mientras propician una gigantesca estafa, la que est�n desarrollando nuestros bancos, adulan a la poblaci�n con frasecitas como �sa. Les hace bien la figura de Homer Simpson marcada en un euro que se recoge en la portada del libro.

Veo que tu examen del derrotero de la cuesti�n nacional se interesa m�s por el nacionalismo de Estado espa�ol que por los avatares de los nacionalismos vasco, catal�n o gallego.
         As� es. Asumo de buen grado que era una decisi�n delicada, pero creo que en este caso, como en todos, hab�a que hablar de aquello de lo que com�nmente no se habla. Y ese nacionalismo de Estado, muchas veces silencioso y aparentemente inexistente, es un elemento vital para explicar las miserias que se urdieron, al calor de la transici�n, treinta a�os atr�s y su plasmaci�n hoy en forma de un modelo al parecer incuestionable. La orgullosa vocaci�n antiautodeterminista del nacionalismo espa�ol nos emplaza ante su m�s que dudosa condici�n democr�tica.

Tambi�n analizas en un cap�tulo la pol�tica exterior espa�ola.
        No hay en ella muchos misterios. La transici�n fue claramente tutelada por los aliados europeos y por Estados Unidos. Las consecuencias son f�ciles de identificar: si, por un lado, la europeizaci�n sirvi� como excusa para sacar adelante un programa cabalmente neoliberal, la OTAN pas� a dirigir de hecho la pol�tica exterior espa�ola. Por detr�s se hizo valer el franco, insolidario, pat�tico y prepotente objetivo de sumarse al club de los pa�ses m�s ricos.

Otro hilo conductor del libro es la cr�tica de lo que a menudo llamas raz�n progresista.
       La raz�n progresista ha sido un elemento vital para propiciar el asentamiento del proyecto urdido por los poderes f�cticos que antes mencion�. A su amparo se han revelado muchas miserias: la adoraci�n de todo lo que ha supuesto la UE, una lectura por completo acr�tica de lo que suponen los Estados del bienestar, el designio de entender que no hay otro horizonte sindical que el que proporcionan CCOO y UGT, o, por dejarlo ah�, un atlantismo exultante. Si el diario El Pa�s es un buen reflejo de muchas de estas percepciones, otro lo constituye el respaldo dispensado por tantas personas, en muchos casos de buena fe, a una figura tan equ�voca como el juez Garz�n, y un tercero el camino asumido por tantos intelectuales abducidos por el sistema. Al final lo que la raz�n progresista nos ha intentado vender, sin m�s, es que no hay otro horizonte que el del capitalismo.

En muchos trechos del libro defiendes, en cambio, la tradici�n libertaria.
        Es verdad, aunque siempre me siento obligado a subrayar que mi defensa no es ideol�gica. Me interesan m�s las personas que en virtud de su experiencia vital han llegado al convencimiento de que hay que defender la democracia de base, la asamblea y la autogesti�n, sin l�deres, burocracias ni liberados. Pero no puedo ocultar mi admiraci�n por nuestros abuelos anarquistas y anarcosindicalistas, los olvidados de entre los olvidados.
       Y creo firmemente en la actualidad del pensamiento y de las pr�cticas libertarias. Bien sabes que he sostenido que uno y otras tienen hoy un renacimiento inesperado en muchos de los elementos de la vida cotidiana del 15-M. Hablo ante todo del designio de forjar espacios de autonom�a autogestionados, un proyecto infinitamente m�s �til y realista que las reformas en las instituciones que siguen reclamando nuestros socialdem�cratas.

El libro, �puede entenderse que es un acopio de argumentos para el 15-M?
       Ser�a pretencioso afirmarlo. Me contentar� con se�alar que muchas de las consignas que el movimiento ha contribuido a asentar encuentran un sustento material, o a m� me lo parece, en las tesis recogidas en estas p�ginas. Pero m�s he aprendido yo del 15-M que lo que puedan aprender sus activistas de la lectura de este libro.
 
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