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último apunte de diario Liderazgos y pesonalismos
   
 
16/08/2010 | Carlos Taibo | Estado español/España - Democracia |
El Correo (16 de agosto de 2010)
 
Los sistemas políticos occidentales se ven cada vez más marcados por la condición de los dirigentes y sus personalidades, en lo que se antoja un indicador más de la activa degradación que afecta a las democracias liberales. El problema correspondiente se hace valer de manera singular en el interior de los partidos, en los que las fórmulas democráticas han ido remitiendo visiblemente frente al poder creciente de líderes y cúpulas directoras.
Momento es éste de preguntarse si no ha llegado a convertirse en una genuina rareza el hecho de que la dirección de un partido, y en su caso la representación de éste en las elecciones, haya sido elegida, sin trampas, por la base de aquél de la mano de fórmulas en virtud de las cuales hayan tenido la oportunidad de competir candidatos diferentes. Pareciera como si aquello que se supone que se reivindica en el conjunto de la vida política --y en singular las elecciones competitivas-- no fuera de recibo, en cambio, en el interior de los partidos, sometidos entonces a criterios claramente restrictores de la democracia interna y no menos claramente beneficiosos para los intereses de las cúpulas directoras.
El penúltimo episodio de algo de lo que tenemos entre manos ha cobrado cuerpo en el seno de la organización madrileña del Partido Socialista. Como es sabido, el candidato orgánico --o al menos el que lo parece, toda vez que hay que preguntarse cuáles fueron los procedimientos que en su momento condujeron a Tomás Gómez a encabezar esa organización-- se ha visto sometido a una intensa presión para que tire la toalla, renuncie a presentar su candidatura en las próximas elecciones autonómicas y deje el paso libre a la que es, con toda evidencia, la candidata de la dirección estatal del PSOE: Trinidad Jiménez, la ministra de Sanidad .
Aunque al final, y habida cuenta de las posiciones irreductibles de las partes enfrentadas, se abrirán camino unas elecciones primarias que permitirán dirimir la cuestión, desde la cúpula estatal del Partido Socialista se reveló en inicio lo que debe describirse como un rechazo visceral de una confrontación electoral interna que se entendía que no generaba otra cosa que división. Desde esa misma cúpula, y pese a lo que dan a entender las declaraciones que al final han cobrado cuerpo, parece haberse contemplado en todo momento con malos ojos cualquier horizonte en virtud del cual fuese la propia militancia del partido la que se pronunciase al respecto.
Convengamos, eso sí, que en este caso los sufridos socialistas madrileños lo tienen difícil: lo que al cabo se les ofrece es una elección entre el escaso ímpetu combativo de Tomás Gómez --su imagen, la de quien no ha cambiado ninguna de las reglas del juego heredadas del pasado, sólo puede calificarse de alicaída-- y los pésimos antecedentes de Trinidad Jiménez, una política de diseño, de las de sonrisa permanente y precaria formación, que fue vapuleada electoralmente en su momento por el alcalde Ruiz Gallardón y que hoy, y tras una gestión más que polémica en lo que respecta a la gripe A, a duras penas puede invocar otro activo que el de encabezar un ministerio más bien alejado de las reyertas vinculadas con la crisis.
Por detrás de esas dos figuras personales no busque, por cierto, el lector ninguna disputa seria relativa a eventuales diferencias ideológicas y programáticas. Sólo tiene relieve, al parecer, la presunta imagen de uno y de otra, y, con ella, lo que rezan unas encuestas que se mueven, claro, según las preferencias de quien las organiza. Aunque acaso es aún más llamativo que --ante la sugerencia omnipresente de que en un partido presuntamente democrático es la dirección estatal, y en su caso el propio secretario general, el que debe tomar las decisiones más importantes-- a duras penas se aprecie ninguna reacción en la militancia de base, o, en su caso, ningún interés muestren los medios de comunicación por airearla. Nada empaña lo anterior, en suma, la certificación de que la situación electoral de los socialistas madrileños es literalmente desesperada, de resultas, a partes iguales, de sus propias miserias y de esa omnipresencia de candidatos de diseño de la que hablamos unas líneas antes.
Permítaseme que cierre este comentario con el rescate de algo que, sucedido también las últimas semanas, ha pasado más bien inadvertido. Una persona respetable, el durante muchos años máximo responsable de Greenpeace, Juantxo López de Uralde, anunció en una entrevista concedida a un diario madrileño que estaba disponible para liderar una opción verde. Si por un lado conviene fiarse poco de las entrevistas periodísticas, que a menudo distorsionan las opiniones de los entrevistados, por el otro es obligado certificar que no hay noticias --parece-- de que López de Uralde haya desmentido la afirmación reseñada. Mala cosa es, con todo, ésta, tanto más si hablamos de un magma de formaciones políticas, el de los Verdes, que con frecuencia se ha reclamado de la democracia de base y las más de las veces --me viene a la memoria, eso sí, alguna excepción lamentable-- ha mostrado sus reticencias ante las figuras personales y sus juegos. No vaya a ser que incluso en la periferia de nuestro sistema político empiecen a menudear, también, los personalismos, el desprecio de lo que dice la militancia y la marginación de las discusiones ideológicas y programáticas. A tiempo están los Verdes de evitarlo.
 
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