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último apunte de diario Socialistas y populeres ante la crisis
   
 
17/09/2009 | Carlos Taibo | Estado español/España - Crisis |
El Correo (17 de septiembre de 2009)
 
De un tiempo a esta parte, y con la crisis como motivo principal, los dirigentes de los dos principales partidos españoles, socialistas y populares, se tiran los trastos. Lo hacen de la mano de un espectáculo que a algunos nos parece bochornoso, tanto más cuanto que al cabo oculta que tirios y troyanos defienden proyectos muy similares.
El PSOE –empecemos por él– se halla entrampado, desde hace dos decenios, en una lamentable aceptación, sin trucos, de la vulgata neoliberal, de tal suerte que cuando sus responsables afirman no poder hacer esto o aquello, olvidan a menudo que ello es así porque han acatado las reglas del juego impuestas por otros. Esto al margen, chirría por todas partes el discurso socialista en lo que se refiere a cuál es el origen de la crisis en curso. Si primero se nos dijo que la causa era la desregulación imperante en la economía norteamericana, más adelante se lanzaron dardos contra muchas de las políticas que habían alentado, años atrás, los gobiernos del Partido Popular. Obsérvese que no hay del lado del PSOE ninguna voluntad de aceptar la responsabilidad propia en el asentamiento de una economía, la nuestra, lastrada por la especulación, la desregulación –de nuevo– y, en su caso, la corrupción.
La certificación, sin embargo, de que el Partido Socialista no estuvo a la altura –permítasenos este eufemismo– en su digestión de un modelo económico infame ocultado por altas tasas de crecimiento casa mal, claro, con la cacareada defensa de políticas sociales avanzadas. Aún hoy, nuestros gobernantes muestran mayor preocupación por la estabilidad de bancos y cajas de ahorro que por la atención a quienes, los más débiles, son por lógica quienes más sufren con la crisis.
Para que nada falte, y se diga lo que se diga, no hay ningún plan que merezca tal nombre del lado del Gobierno español. Ahí están, para testimoniarlo, y a manera de palos de ciego, medidas que se anuncian y después se retiran, o en su caso se corrigen de forma abrupta. Desconfiemos, por cierto, de quienes dicen que por detrás no hay sino un mero problema de comunicación. Lo que hay son, antes bien, enormes temores al qué dirán que ocultan, como siempre, prosaicos cálculos electorales. Ahí está, en los últimos días, el anuncio de que subirán los impuestos para las rentas más altas, al final reconvertido en una apuesta, la enésima, por el incremento de los impuestos indirectos. Como está la bochornosa decisión de recortar de forma espectacular los fondos destinados a investigación y desarrollo.
Cerremos nuestras consideraciones en lo que hace al PSOE con la identificación de un formidable fiasco: el de la economía sostenible. Aunque ya sabíamos que algo olía mal –la decisión de subvencionar con fondos públicos la compra de automóviles era una franca agresión a cualquier proyecto de sostenibilidad, como lo es la apuesta por la construcción de autovías y trenes de alta velocidad–, las noticias se acumulan para llegar a una conclusión llamativa: lo que Rodríguez Zapatero tiene en mente de la mano de un proyecto aparentemente tan ambicioso como el que nos ocupa es el designio de garantizar que la economía sigue creciendo en el tiempo –que se sostiene, vamos–, algo que muchos entendemos que es la antítesis de cualquier proyecto de sostenibilidad que enfrente en serio los problemas medioambientales y de recursos que el planeta arrastra.
Bien es verdad que el Partido Popular no sale mejor parado. Aunque sus responsabilidades en materia de digestión de la crisis son, por lógica, menores, la agresividad de las declaraciones de sus dirigentes contrasta poderosamente con la liviandad de sus propuestas y con la defensa de los intereses de siempre. Y es que –parece– el Partido Popular prefiere olvidar que el modelo que postula es el mismo que ha conducido a la crisis en que estamos inmersos. Escondida tras la palabrería que dice defender a los desvalidos se halla la misma monserga de siempre: no toquemos los beneficios empresariales, porque de lo contrario estaremos socavando los cimientos de la economía. Para certificarlo, ahí están nuevas propuestas en materia de desregulación y de privatización a las que el Gobierno español, dicho sea de paso, no hace ascos. Es cierto, eso sí, que el PP de un tiempo a esta parte gusta jugar la carta de las clases medias. Nadie explica, por cierto, qué corresponde entender por tales en un escenario en el que parece como si hubiera dos grupos de privilegiados: las grandes fortunas, que son una escueta minoría intocable, y las clases bajas, que vivirían orondas y felices…
El círculo se cierra con el sarcasmo con que el Partido Popular responde a las propuestas gubernamentales que apuntan –o eso quieren hacernos creer– a una economía verde. Una cosa es que se señale la inanidad de las políticas que el Partido Socialista defiende y otra que se soslaye por completo que los problemas en materia de agresiones al medio y agotamiento de recursos existen. La frivolidad en unos casos, el silencio en otros, con que el partido Popular afronta materias tan delicadas lo sitúa en la órbita de la derecha más ultramontana.
Al final, y si se quiere hilvanar una conclusión, lo suyo es recordar que cuando nuestros dos principales partidos juegan a que nadie debe perder –en el peor de los casos algunos deben ganar menos– lo que nos están ofreciendo es más de lo mismo. El capitalismo global no sólo es un sistema injusto: se muestra hoy manifiestamente ineficiente y dramáticamente depredador. Si no salimos fuera de sus fronteras, en el supuesto de que estemos abandonando la senda de la crisis hay que preguntarse cuánto –muy poco– tardará en llegar otra nueva.

 
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