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último apunte de diario Medvédev y Putin
   
 
20/08/2009 | Carlos Taibo | URSS - Europa del este |
Público (20 de agosto de 2009)
 
Dmitri Medvédev preside la Federación Rusa desde hace algo más de un año. Es bien conocida la idea principal que han manejado la mayoría de los expertos a la hora de explicar la condición presente de Medvédev. El presidente ruso sería una especie de hombre de paja que desempeñaría funciones de segundo orden en provecho del hoy primer ministro, Vladímir Putin. Por decirlo de otra manera: si al amparo de las presidencias de Yeltsin (1991-1999) y del mentado Putin (2000-2008) la figura del primer ministro quedó visiblemente ninguneada, en la medida en que, por ejemplo, los llamados ministerios de fuerza quedaban en manos del presidente, hoy estaríamos asistiendo a una inversión de los papeles que permitiría que Putin, pese a desempeñar una función formalmente menor, en los hechos siguiese rigiendo los destinos de la Federación Rusa, claramente por encima de Medvédev.
Estamos obligados a preguntarnos, con todo, si el esquema que acabamos de mal describir da cuenta convincentemente de lo ocurrido. Aunque la impresión general es que no hay ningún motivo sólido para desdeñarlo, lo suyo es reconocer que se han hecho valer algunos datos que invitan al recelo cauteloso. Así, se ha subrayado que la condición de jurista de Medvédev dibujaría de su lado una sensibilidad mayor –no es muy difícil– que la que exhibe Putin en materia de derechos y libertades. Se ha recordado también, por rescatar otro hecho al que no puede negarse simbolismo, que Medvédev decidió inaugurar una serie de entrevistas concedidas a medios de comunicación con una asignada al que pasa por ser el diario opositor más connotado. Aunque acumulásemos ejemplos en este sentido, y a decir verdad, no parece que den para mucho, tanto más cuanto que los mensajes y las prácticas, de contenido duro, tradicional y conservador han sido frecuentes en Medvédev, quien las últimas semanas –y retórica aparte– no parece haber movido un dedo, por cierto, ante la sucesión de asesinatos de activistas y periodistas vinculados con la defensa de los derechos humanos.
Es verdad, aun así, que haríamos mal en dar por cerrada la discusión relativa a la condición presente de Medvédev. Y ello por dos razones de peso. La primera nos recuerda que en Rusia el puesto de presidente acarrea un marchamo de poder independiente al que es difícil substraerse; el peso de viejas inercias, en otras palabras, puede traducirse en alguna sorpresa del lado del actual inquilino del Kremlin. La segunda es, tal vez, más importante y nace de un hecho insoslayable: si Putin sacó franco provecho de una coyuntura internacional marcada por precios altos del petróleo –buena parte de su popularidad nace de ello–, a Medvédev las cosas le han venido, en cambio, mal dadas de la mano de una crisis internacional de perfiles y hondura conocidos.
Quiere esto decir, al menos en una primera lectura, que el actual presidente ruso está en la obligación de asumir un papel creciente en materia de resolución de los muchos problemas que despuntan por doquier. Y ello puede traducirse, por qué no, en una incipiente competición con quien, desde el puesto de primer ministro, ha marcado el derrotero de Rusia en este inicio del siglo XXI.

 
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