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último apunte de diario Nóminas universitarias
   
 
15/10/2008 | Carlos Taibo | Capitalismo/mercado - Decrecimiento |
El Correo (15 de octubre de 2008)
 
En las últimas jornadas nos ha llegado la noticia de que los dirigentes de una comunidad autónoma, la de Madrid, han decidido recortar, al parecer de forma sustancial, los recursos que entregan a las universidades. De resultas, y como primera amenaza, se cierne la de que las nóminas de los trabajadores de aquéllas no puedan ser abonadas, o no puedan ser abonadas en su integridad, en los meses venideros.
Dos son los comentarios que creo deben hacerse al respecto. El primero plantea, como no podía ser menos, un puñado de preguntas relativas a por qué se asume una medida tan drástica en el terreno que nos ocupa y se preservan, en cambio, tradicionales y despilfarradoras políticas en otros. ¿Qué habrá hecho en el pasado la Comunidad de Madrid para que en el momento en que esto se escribe sea, al parecer, la única que ha tenido que adoptar una decisión tan delicada? ¿Por qué se financian con recursos públicos, dicho sea de paso, las universidades privadas? Puestos a recortar, ¿no sería lo suyo que se empezase por los fondos que reciben estas últimas? ¿Y por qué no se asumen medidas de estricta austeridad en otros ámbitos? ¿Qué imagen nos lega la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, luego de haber acometido inversiones faraónicas en edificios suntuosos, de haber acrecentado espectacularmente los beneficios de unas cuantas empresas constructoras que han trabajado, siempre con oneroso despilfarro, en «el mejor metro del mundo» o de haber construido -de estar construyendo, por mejor decirlo- nuevas autopistas que nadie sabe quién podrá utilizar cuando el litro de gasolina alcance precios inasequibles para la mayoría?
Todo ello por no hablar de ese desafuero gigantesco que es la candidatura de Madrid a la organización de los Juegos Olímpicos de 2016 -poco importa que esto le toque más de cerca al alcalde Ruiz Gallardón-, la última vuelta de tuerca de la especulación inmobiliaria en la capital. Lo único que puede afirmarse con certeza es que, en este terreno, Esperanza Aguirre es radicalmente consecuente: hoy como ayer, los recortes que contempla lo serán antes en sanidad y en educación que en todo lo que afecta a una ambiciosa operación de prestigio que ha conseguido cancelar, y no es poco éxito, cualquier reflexión seria sobre la locura a la que se dirigen una ciudad y una comunidad que se han ido, visiblemente, de las manos en un país sometido a una activa desertización.
Claro que hay otra dimensión interesante, la segunda, en lo que ocurre en estas horas. Quienes estamos convencidos de que tenemos que decrecer con urgencia -hemos superado con creces lo que el planeta ha puesto a nuestra disposición- algo debemos decir en relación con las muchas disputas que ha ido generando la crisis en curso. Si nuestra apuesta, cada vez más clara, lo es en provecho de reducciones tanto en la producción como en el consumo, no hay ningún motivo para que rechacemos la discusión relativa a eventuales recortes salariales.
¿Por qué no asumir de buen grado, por ejemplo, que deben reducirse los salarios más altos que se pagan en una universidad pública? ¿Por qué no defender con firmeza el reparto del trabajo, una vieja demanda de los sindicatos que éstos, por desgracia, han ido abandonando con el paso del tiempo? ¿Por qué no pujar con decisión por la construcción de sociedades asentadas en el ocio creativo, y no en el trabajo desenfrenado; en la solidaridad y la sobriedad, y no en la búsqueda descarnada del beneficio y en la explotación consiguiente; en el respeto del medio, y no en la construcción de depredadoras infraestructuras, o en el mundo de lo local, y no en las parafernalias globales? De hacerlo, pronto podríamos comprobar cómo para muchos ciudadanos -no deseo olvidar en modo alguno que también en nuestras sociedades opulentas hay, claro que sí, numerosos indigentes- la apuesta por el decrecimiento -en la producción, en el consumo y, por qué no, en los salarios- no acarrea, más bien al contrario, una mengua en el bienestar y en la felicidad.
Hasta el más tonto sabe, bien es cierto, que no es éste el horizonte que tienen en mente, con sus recortes, Esperanza Aguire y la Comunidad de Madrid. Una y otra se mueven como peces en el agua, antes bien, en un mundo, el de estos meses azarosos que nos ha tocado vivir, en el que los poderes públicos acuden al rescate de quienes durante años han obtenido pingües beneficios y ahora parecen al borde de la quiebra para, más adelante, y recuperada una aparente normalidad, volver a las andadas. Ocupados en otros menesteres, los tribunales, entre tanto, guardan un sospechoso silencio.
 
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