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último apunte de diario Dependencias energéticas
   
 
09/12/2008 | Carlos Taibo | Unión Europea - Estados Unidos |
Público (9 de diciembre de 2008)
 
Muchas veces se ha señalado que la Unión Europea arrastra una delicada dependencia energética con respecto a Rusia. El grueso del gas natural, y una parte del petróleo, que la primera consume procede del gigante euroasiático. A menudo se olvida, sin embargo, que la dependencia es, en los hechos, mutua, toda vez que afecta también, por razones obvias, al vendedor. Rusia no puede modificar de la noche a la mañana un régimen de relaciones comerciales que le resulta, por lo demás, muy provechoso. Varios años atrás, y al calor de la disputa que protagonizaron la propia Rusia y Ucrania, Moscú bien que se ocupó en dejar claro que en modo alguno se hallaba en peligro el suministro de gas a la Europa comunitaria.
La posición de Rusia no es, en otras palabras, tan cómoda como lo sugeriría una primera lectura de los hechos. Tanto más cuanto que el país empieza a arrastrar un problema no precisamente menor que nace, al cabo, de una paradoja. Sabido es que la bonanza económica que Rusia registra desde hace ocho años mucho, muchísimo, le debe a la subida operada en los precios internacionales de las materias primas energéticas. Pues bien: esa bonanza ha acabado por traducirse -no podía ser menos- en un incremento sensible de la demanda interna de energía que ha reducido, mal que bien, las posibilidades de exportación de ésta (y que en buena ley debería obligar a la UE a buscar proveedores complementarios). De resultas, los gobernantes rusos parecen haber adquirido una incipiente conciencia de un problema que atenaza, en un grado u otro, a todos los productores de petróleo y gas natural: el agotamiento progresivo de los recursos correspondientes y el encarecimiento consiguiente de los costos de extracción aconsejan moderar la vorágine exportadora -con las secuelas que cabe esperar en materia de crecimiento, que se suman a la crisis general en curso- y buscar con urgencia vías de diversificación de las actividades económicas.
Conviene, con todo, que volvamos a la UE y sus problemas. Y que lo hagamos de la mano del recordatorio de que no deja de sorprender que, mientras se presta tanta atención a las eventuales consecuencias de la dependencia energética con respecto a Rusia, se olviden, en cambio, los inquietantes efectos de otra dependencia del mismo cariz, cual es la que liga a la Unión con Estados Unidos. No se trata en este último caso -entiéndase bien- de que la UE compre petróleo y gas natural en Texas o en Alaska: lo que importa recordar es que muchos de los vitales suministros de petróleo que llegan del golfo Pérsico -Arabia Saudí, Iraq, Kuwait, los Emiratos-dependen en los hechos del beneplácito norteamericano. Si, por las razones que fueren, la Unión Europea entrase en colisión con Estados Unidos, Washington podría trabar esos suministros, circunstancia que por sí sola nos habla -parece, y ahora sí- de una inquietante dependencia. Éste es, tal vez, un motivo más para explicar por qué en la Unión Europea de estas horas, que carece de cualquier proyecto estratégico en relación con estos menesteres, no hay ninguna contestación seria de la hegemonía norteamericana.
 
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