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último apunte de diario Autodeterminaciones
   
 
18/02/2009 | Carlos Taibo | Nacionalismos - Kosova |
Público (18 de febrero de 2009)
 
Se cumple estos días el primer aniversario de la declaración de independencia de Kosovo. A su amparo han vuelto a escucharse voces que sugieren que el año 2008 fue
-más allá, claro, de la crisis que nos acosa por todas partes- el año de las autodeterminaciones. Al respecto no sólo se ha aducido el ejemplo kosovar: se ha recordado también lo acontecido en Osetia del Sur y Abjazia en agosto, y no ha faltado quien agregue, en suma, el referendo que, celebrado en el otoño en Groenlandia, parece haber allanado el camino a una futura independencia de ésta.
A decir verdad, sobran las razones para recelar de la etiqueta general que se ha colocado por delante de los ejemplos mencionados. Y es que, hablando en propiedad, y acaso con la parcial excepción del contencioso groenlandés, no hemos asistido a nada que huela, en serio, a autodeterminación. Al respecto no está de más recordar que en Kosovo el proceso de secesión con respecto a Serbia asumió la forma de una declaración unilateral de independencia del parlamento local, sin que mediase ninguna fórmula de consulta popular. Ello fue tanto más sorprendente cuanto que sobraban las razones para concluir que, de haberse convocado un referendo de autodeterminación, la opción por la independencia hubiera ganado de calle y le hubiera otorgado al proceso un marchamo de apoyo popular que a la postre, y al menos formalmente, faltó. Tiene uno derecho a adelantar que ello fue así, no tanto porque en el imaginable referendo se hubiese puesto de relieve la desafección de la minoría serbokosovar, como de resultas de una sutil presión externa encaminada a evitar que, en los hechos, una fórmula de autodeterminación sirviese de aliento a iniciativas similares en otros lugares. En última instancia, las potencias occidentales que reconocieron el Kosovo independiente bien que se cuidaron de sortear el término correspondiente para justificar su línea de conducta.
Al cabo no fue muy diferente lo que ocurrió en Osetia del Sur y en Abjazia. No se olvide que Rusia dio su visto bueno a las independencias respectivas sin invocar en momento alguno la presunta opinión de las poblaciones afectadas. Si en el caso de Kosovo lo que condujo a los reconocimientos externos fue, en los hechos, la certificación de que la independencia se antojaba el menos malo de los horizontes posibles -nunca, repitámoslo, la constancia de que aquélla recibía un respaldo abrumadoramente mayoritario entre la población-, en el de las dos pequeñas repúblicas del Cáucaso el argumento principal empleado por Moscú, que nunca esgrimió al respecto las consultas populares realizadas en su momento, fue la idea de que había que proteger a suroestios y abjazios de una futura agresión militar georgiana.
Qué curioso es que permanezca casi siempre en segundo plano el único de los ejemplos que, bien que con alguna doblez, parece justificar la conclusión de que 2008 fue el año de las autodeterminaciones. Hablo, claro, del de Groenlandia, que ilustra de manera fehaciente algo que tiene su interés: en un Estado democrático es posible configurar normas que permitan calibrar, primero, cuál es la opción mayoritaria entre unos u otros segmentos de la ciudadanía, y abran el camino, después, a posibles procesos de independencia y secesión resultado de la libre expresión de las gentes. Tiempo habrá, de cualquier modo, para calibrar por qué derroteros discurre el proceso groenlandés en los años venideros.
 
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