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último apunte de diario Con Apoyo Mutuo
   
 
10/05/2015 | Carlos Taibo | Libertarios - |
www.carlostaibo.com (10 de mayp de 2015)
 
El s�bado 9 se present� en Madrid una nueva organizaci�n llamada Apoyo Mutuo. Aunque nadie est� en condiciones de adivinar cu�l ser� su recorrido futuro, creo que a d�a de hoy lo suyo es afirmar �y no enuncio otra cosa que opiniones personales- que es un libro en blanco en el que podemos escribir lo que queramos. No se trata, pues, de ning�n proyecto cerrado: si a su amparo no se han perfilado normas acotadas �todo, o casi todo, puede discutirse-, menos a�n cabe hablar de grupos organizados o de personas decididas a asumir un papel protagonista. En mi percepci�n de los hechos, habr� que juzgar ma�ana a Apoyo Mutuo por su consecuencia en lo que se refiere a la pr�ctica de la autogesti�n y, con ella, de la democracia y la acci�n directas. Sea cual sea el derrotero de la nueva organizaci�n, en suma, creo que son varias las razones que justifican, hoy, su aparici�n.

1. La urgencia de recordar que hay muchas personas que siguen creyendo en la autogesti�n, la horizontalidad, la democracia directa, el rechazo de liderazgos y personalismos, y, c�mo no, el apoyo mutuo. No s�lo eso: que practican cotidianamente todos estos principios y demuestran que hay formas de ser y de actuar distintas de las que el sistema nos impone. Propiciar, desde una acci�n militante, el acercamiento de esas personas en todos los �mbitos parece una tarea honrosa.

2. El designio de sacar adelante un proyecto cristalinamente anticapitalista, y no meramente antineoliberal. Nuestro proyecto no puede consistir, como parece entender la izquierda que cree en las instituciones y vive en ellas, en reclamar sin m�s un regreso a 2007, antes del inicio de la crisis financiera. Tiene que contestar, antes bien, la l�gica del trabajo asalariado y de la mercanc�a, al tiempo que tiene que dar r�plica a lo que suponen la alienaci�n, la explotaci�n y la represi�n imperantes.

3. La necesidad de escapar a una superstici�n: la que afirma que el Estado es una instituci�n que nos protege. Al respecto tanto hay que recordar la dimensi�n represiva, policial, militar y carcelaria de aqu�l, como hay que deshacerse de las ilusiones �pticas que acompa�an a una formidable ficci�n, los llamados Estados del bienestar, inexorablemente unida al capitalismo, visiblemente hostil a la pr�ctica de la autogesti�n, ratificadora, pese a las apariencias, de la explotaci�n de tantas mujeres, ecol�gicamente agresiva e insolidaria con la mayor�a de los habitantes de los pa�ses del Sur.

4. En paralelo con lo anterior, parece imperativo subrayar el sinf�n de miserias que rodean a la democracia liberal y a sus elecciones, y se�alar, en singular, el papel central que estas �ltimas desempe�an en la absorci�n de iniciativas aparentemente contestatarias, en la gestaci�n de castas burocr�ticas, en la desmovilizaci�n y en el fortalecimiento, en fin, de la l�gica toda del sistema.

5. El prop�sito de encarar una transformaci�n radical de nuestras sociedades que parta de la conciencia de que el capitalismo se adentra en una etapa de corrosi�n terminal que nos acerca, a marchas forzadas, al colapso. En este terreno es inevitable huir del mito del crecimiento, y se impone desurbanizar, destecnologizar, despatriarcalizar y descomplejizar el mundo que nos han entregado.

6. El objetivo de permitir el asentamiento y el engrosamiento de los espacios aut�nomos autogestionados y desmercantilizados que han ido apareciendo �ah� est�n, por ejemplo, las cooperativas integrales-, de propiciar su federaci�n y de acrecentar su dimensi�n de confrontaci�n con el capital y con el Estado.

7. La comprensi�n de que formamos parte indeleble del sistema que queremos echar abajo �de que somos, mejor dicho, el sistema-, de tal suerte que sus principios y valores influyen, a menudo poderosamente, en nuestra conducta cotidiana, a trav�s, por ejemplo, de la constante preservaci�n de las miserias de la sociedad patriarcal. Si no somos conscientes de ello, dif�cilmente progresaremos en el camino de la liberaci�n.

8. La saludable intenci�n de colaborar en la consolidaci�n de lo que, en el �mbito laboral y en el social, despunta en el terreno de la contestaci�n y de la emancipaci�n. No debe haber ning�n motivo para concluir que sindicatos, grupos de afinidad, ateneos, centros sociales o cooperativas integrales van a experimentar un menoscabo, antes al contrario, al calor del nuevo proyecto.

9. El empe�o en atraer a muchas gentes �tambi�n el de dejarse atraer por ellas- que, sin ninguna connotaci�n ideol�gica y ninguna militancia tradicional, practican, sin embargo, la autogesti�n y son conscientes de los retos que se derivan de la corrosi�n terminal del capitalismo en sus m�ltiples manifestaciones.

10. La conciencia de los retos que se derivan de una represi�n que visiblemente va ganando terreno, y que recae de manera cada vez m�s evidente sobre quienes prefieren seguir contestando la l�gica del Estado al tiempo que hacen otro tanto con la del capital. El escenario anterior al que pretende perfilar la llamada ley mordaza �el escenario que padecemos hoy- es suficientemente inquietante por s� solo.

Aunque es leg�timo el recelo que suscitan los elementos meramente simb�licos y las manifestaciones de cariz fundamentalmente emocional, creo que somos muchas las que pensamos que es importante dejar claro que estamos aqu� y que no tenemos ninguna intenci�n de dar un paso atr�s ante la miseria cotidiana que genera el capitalismo, la cat�strofe ecol�gica que se adivina, la marginaci�n y la explotaci�n que en todos los �mbitos padecen tantas mujeres, los atavismos imperial-militares que se mantienen, el hechizo que en muchas cabezas provocan elecciones y liderazgos, o la represi�n que nos atenaza por todas partes.
 
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